En 2015, antes de inaugurar El Italiano, hicimos un viaje de 5.000 kilómetros por toda Italia para conocer personalmente a los pequeños productores SLOW FOOD. Preguntamos por la mejor mozzarella en Salerno y todos nos dijeron: «¡La de Roberta!». Fuimos a Gragnano, a la capital mundial de la pasta, en busca del pastificio Faella. Nos perdimos en los Apeninos, como Marco, para conseguir los salumi de Fratelli Sallini; y nos dejamos mimar (¡y mucho!) en Coltibuono, una abadía del s. XI en medio de la Toscana que ahora hasta sale en Netflix y donde se elabora un vino buenísimo.